Obituario para Tino Mulas de sus compañeros del IES Los Albares

Este martes 27 de junio ha fallecido nuestro compañero y amigo Tino Mulas Arellano. Se nos ha ido sin despedidas, sin aviso, en silencio, como era él, un buen hombre dispuesto a ayudar a sus compañeros docentes y a sus alumnos con discreción, a cambio de nada. Al contrario, Tino te obsequiaba además con una maravillosa sonrisa siempre que le pedías algo, una sonrisa que reflejaba la persona humilde y sencilla que era. Transmitía una tranquilidad que inspiraba confianza aunque lo conocieses poco, porque Tino sabía escuchar, entender a los demás, algo que se echa mucho de menos en estos tiempos.

Ha sido un pilar fundamental en el IES Los Albares desde los años 90. Profesor del Departamento de Historia, fue director y en la actualidad ocupaba el puesto de secretario de este veterano centro educativo ciezano. Sin embargo, Tino nació en Bilbao y vivió parte de su vida en Salamanca y Argelia. Avatares de la vida le llevaron finalmente a aprobar las oposiciones de profesor de Secundaria y se instaló definitivamente en Cieza.

Su humildad escondía al gran intelectual que era. Amante de la fotografía, le gustaba de leer ensayos y escribir artículos de opinión sobre temas de actualidad. Se especializó en Historia Antigua, pero siempre se interesó por los acontecimientos históricos que marcaron el siglo XX, especialmente la Segunda Guerra Mundial. Tino era también un gran amante de la naturaleza. Hombre sensible y de vasta cultura, le gustaba realizar largos paseos y disfrutar del paisaje de Cieza acompañado de sus seres queridos.

Fue capaz de transmitir a los alumnos su enorme amor por la Historia, entendida no como una simple relación de acontecimientos cronológicos que hay que memorizar, sino como un instrumento de búsqueda de la verdad que los jóvenes deben usar para desarrollar el pensamiento crítico. Ver el mundo con ojos lúcidos e interpretar el presente conociendo el pasado; ese fue siempre uno de sus grandes objetivos.

Su despacho de trabajo era caótico, como suele suceder con los grandes genios. Si entrabas en él por la mañana temprano, siempre te ofrecía un café con la amabilidad que le caracterizaba. Pero primero tenía que encontrar las cápsulas entre los montones de papeles y objetos variopintos que inundaban su mesa.

Ahora, cuando las personas que te conocieron y te querían vayan a tu despacho, solo van a encontrar un enorme vacío y un profundo abismo imposible de llenar. Desolación, solo desolación. Que la tierra te sea leve, querido compañero.